viernes, 5 de diciembre de 2008

El "etnólogo filósofo"

Por: Sabine Glaubitz, para Revista Ñ

LAS OBRAS DECISIVAS del estructuralismo, en las que Lévi Strauss intenta comprender cómo funciona el espíritu humano y cómo son las estructuras mentales y cognitivas, surgieron en los años 60 con El pensamiento salvaje, El origen de las maneras en la mesa y Lo crudo y lo cocido.


"Me convertí en antropólogo huyendo de la filosofía", dijo en cierta ocasión Claude Lévi-Strauss, y sin embargo el etnólogo francés de fama mundial, que cumple 100 años, es para muchos más bien un filósofo.

Desde hace más de medio siglo, este hombre discreto se posiciona en los debates culturales actuales. Dotó de un nuevo significado los conceptos de "raza", "cultura" y "evolución" y ya hace décadas que hizo de la diversidad cultural un factor esencial de la cohesión social y de la paz, una teoría que en el contexto de la globalización gana cada vez más relevancia. Es por ello que la prensa celebra a este científico como el "etnólogo filósofo" de su época.

También la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), con sede en París, celebra a Lévi-Strauss "como uno de los grandes intelectuales del siglo XX".

Una imagen que ya se fue gestando en los año 50 con la publicación de su bestseller Tristes trópicos. Un recuento científico que recorre Brasil y que los medios ensalzaron como "gran libro de la sabiduría". Este compendio de estudios ya advertía de la extinción de culturas "primitivas" amenazadas por el avance de la civilización. En momentos en el que el término "avance" todavía era una palabra mágica de connotación positiva el científico se convirtió en un pesimista sobre la cultura y en agorero de los que creían ciegamente en el avance.

Pero Tristes trópicos no sólo fue una crítica a la sociedad. Con este libro también se distanció más de su oficio original, pues después de todo el etnólogo era un "enviado" de esa civilización destructora cuya expansión llega a todos los rincones del planeta.

En este papel no quería verse Lévi-Strauss. "Odio viajar", dijo, y se centró con ahínco en escribir, algo que muchos de sus colegas le reprocharon. Le cuestionaron sus análisis por estar elaborados con material de segunda mano y dudaron de sus conclusiones sobre sociedades, mitos y las estructuras de pensamiento en las que se basan.

Lévi-Strauss analizó toneladas de material de investigación y elaboró un nuevo método de investigación antropológica: el estructuralismo. Las obras decisivas de este estructuralismo, que intenta comprender cómo funciona el espíritu humano y cómo son las estructuras mentales y cognitivas, surgieron en los años 60 con El pensamiento salvaje, El origen de las maneras en la mesa y Lo crudo y lo cocido.

Con su lógica rigurosa y clasificadora, el científico demostró que los sistemas sociales y familiares de los pueblos ancestrales a menudo eran más complejos y sutiles que los nuestros, lo que escandalizó a muchos etnólogos. Pues hasta Lévi-Strauss, los "primitivos" eran considerados pueblos con formas de pensar arcaicas, sin escritura y sin máquinas.

Para él no hay ninguna raza que intelectualmente sea superior o inferior. Cada grupo étnico de la humanidad tiene su especificidad con la que ha contribuido a un legado común.

Nacido en Bruselas en 1908, este hijo de un pintor relató que recaló en la etnología porque era malo en filosofía, estudio que cursó junto a los de derecho y sociología en la Sorbona de París.

Fuente: DPA