domingo, 6 de abril de 2008

LA INOPIA DEL PAYASO


Tal vez buscamos al olvido para atraparlo, impregnarlo de sensaciones que ya no nos sirven, cargarlo con nuestras desgracias y de desazones. ¿Habrá en el mundo amigo más fiel e incondicional que el olvido? Pues solo lo convocamos por conveniencia, y a sabiendas de eso, el siempre nos abre su bolsa que escupe recuerdos indeseables, como souvenires que recuerdan una fiesta tormentosa, o como pequeñas municiones de plomo que encierran una gran variedad de sentimientos imborrables y emociones prescindibles.
Olvidamos porque es preciso hacerlo, sino… cómo vivir; porque los recuerdos no son solo añoranzas, sino lecciones aprendidas a chirlos, o porque simplemente no los necesitamos, tal vez pesan demasiado. Tal es el caso de un payaso que olvidó que era payaso. Olvido que atentó de tal forma contra su mente que cayó del sube y baja y se encontró frente al espejo con su cara pintada, la nariz saltona y colorada, sus labios enrojecidos y sus ojos agotados, perdidos en el facial difuso y blancuzco. No le quedó otra que enjuagar su rostro y encontrar un nuevo y verdadero semblante, el cual por cierto, estaba conservado magistralmente, estigma de las cremas contra la edad y el añejamiento de la seda que en algún momento es la piel.
Una vez aseado y habiéndose encontrado a si mismo, Fabio Manrique observó e hizo un reconocimiento del pequeño cuarto que encerraba la incógnita de su confusión. Juguetes de payaso apilados en una esquina, coloridos, pero escasos de gracia, latentes como el cáncer, lánguidos, hambrientos esperando a que alguna risa infantil devuelva la vida y la exuberancia del color a esa pila de cotillón, que ahora solo formaba parte de un cuarto que viajaba hacia el olvido al lomo de un topo gris y dientón, que roía el revoque del tiempo insomne.
Grandes zapatones verdes, azules y amarillos que olvidaron el calce de los pies de su dueño y se amoldaron a la soledad paralítica del desuso y el abandono. Postrados en la quietud, endurecidos, marcados por los pasos juguetones que ahora son solo un chirrido mudo flotando en la energía que mueve al cosmos, porque la energía no se pierde, se transforma y todo lo que se fue, vuelve metamorfoseado, renovado, y hasta quizás con una fuerza mayor que la que tuvo al momento de partir y muy posiblemente esa sea la causa por la que aquellos juguetes y zapatos no hayan perdido su color, porque una relación energética o kármica une a la esencia de estos, con la continuidad del mundo y el universo.
Boletos de circo, carruseles miniatura, pancartas multicolores, una foto de la mujer barbuda, narices rojas y redondas, pantalones con remiendos hilarantes. ...Todo, absolutamente todo lo que ocupaba lugar en el cuarto, era el recuerdo de un olvido, la evidencia distorsionada de que un cambio radical había tenido lugar y la sensación de lo inconcluso que ese atisbo de claridad que despierta por un nanosegundo no llega descifrar, sino a incomodar, porque se sabe, hay algo nuevo a conocer.
De ahora en adelante este sería el estigma, la cruz forjada en latas de coca cola, de Fabio Manrique, un ex clown que aunque aspirara al ascetismo y la filantropía, tendría que a fuerza de voluntad calzarse el traje gris topo impregnado con una fragancia imitación de Hugo Boss, tomar el portafolios y salir a vender pólizas de seguro, construyendo la nueva realidad dentro de una pintura de Xul Solar, abrillantando soles histriónicos y estimulando con cocaína la animosidad perdida con la escasez de dopamina, droga natural a la que no se hace adicto, sino que se nace con la dependencia, porque la verdad es que se necesi


tan alegrías, pero deben venir desde adentro, y no desde el sulfuro y los opiáceos. Ocasionalmente es alegría y distensión, pero con asiduidad es una fosa a medio cavar.
Dobleces de lencería fina, pollera de corte, dos muslos carnosos, dos pares de labios, exuberantes círculos concéntricos, y una maraña de bucles que golpean la sensibilidad con una fragancia limpia y fresca que desploma al ser, rindiéndose sobre el catre, haciendo grandes inspiraciones de un aire que es demasiado pesado como para facilitar la motricidad del conjunto de sistemas y fluidos al que se llama cuerpo. Tal vez eso sea demasiado, pero, ¿Quién no ha precisado jamás de dos brazos de celofán, que hagan las veces de un aislante colorido contra la foto en blanco y negro de la realidad?
Y Fabio Manrique si que tenía esas facilidades… contenido, comprendido, pero solo como payaso esas virtudes le eran cedidas. Electra no quería un bastardo proveniente de Wallstreet sin origen ni naturaleza, y aunque ella le recordara que el bonete arrugado en su portafolios era la respuesta para encontrarse con su ser olvidado, Fabio era una desposeído en cuanto a la memoria.
- Pero Fabio. ¿No te acordás? Sos un payaso. ¿Qué me decís de las pinturas, tus cotillones, tus zapatones, tus artículos que promueven el recuerdo de lo que sos?
Imposible………………………………
- No se de que hablás Electra. Si he olvidado quien soy… ¿Cómo es que te recuerdo? ¿Y no recuerdo el maquillaje bajo el cual esconden su tristeza los payasos? Es una especie de olvido incompleto. Yo no te he olvidado.
- No lo se, no lo se.- expresó Electra perdida en una selva de guirnaldas y globos.
- Yo ahora soy esto, no se que es lo que fui antes y por mucho que lo desee, no puedo recordarlo.
- Maldito sube y baja, maldita gravedad que ocasiona las caídas en el olvido.
- Supongo que si.
Tantos intentos murieron en la banalidad del sinsentido. Trataron, esa es la verdad, volvieron a tratar pero los invadía el anonimato y eran vencidos por la asonancia de una corneta que Fabio apretaba y aflojaba entre sus manos, como si esa corneta fuera su corazón que ha dejado de latir y el bombea esperando que las palpitaciones regresen y que el olvido activo y maligno, se convierta en un descuido, en un traspié mental que corrobore que Fabio no ha perdido la cabeza, que la causa de su indiferencia involuntaria solo fue el producto de una leve caída. Pero no, no se puede negar lo que se es, aunque en algún momento haya sido alguien más. ¿De que serviría negarlo? Tal vez la negación constante haya sido la culpable en primera instancia, pero eso en este momento es harina de otro costal. La cruda y triste verdad era que Fabio Manrique, el payaso conocido como “Bemvindo”, había sido reseteado, formateado, y ni Electra con toda su voluntad podría cambiar eso.
- Me voy Bemvindo, no puedo estar con vos, tampoco quiero. Lo nuestro ha fenecido como cristales quebrados, de un sueño que devino en alzheimer. Pero… para que lo voy a decir.
- Entiendo… cuesta, duele, pero entiendo. Solo una cosa te quiero pedir.
- Que bueno porque una sola cosa me queda por darte.
- Quiero que nos trepemos en el sube y baja, aunque sea por unos minutos, luego los dictados de tu voluntad no atentaran contra mis sentimientos y serás libre.
- Muy bien, si de algo te sirve. Vamos.
El sube y baja relucía, sus metales parecían recién fundidos, sus colores rojo, amarillo y verde saltaban y enceguecían a quien mirara en esa dirección. Ese era el mundo del clown del olvido, así habían sido todos sus días hasta el momento de la caída.
Los futuros extraños se montaron al juego e hicieron lo que había que hacer, subir y bajar. Por un momento Fabio Manrique recordó que el era Bemvindo, recordó su cotillón, sus pinturas que eran el escondite de su identidad, sus zapatones crujientes y su corneta sonoridad del latido y la animosidad. Esto solo fue una despedida, un adiós muy corto, como deberían ser todos los adioses, porque con extender la despedida solo se aletarga el dolor ante la partida de quien ya es casi un fugitivo.
Electra saltó del sube y baja haciendo que Bemvindo ponga los pies en la tierra y se encuentre de nuevo con la verdad de autoconciencia….el era Fabio Manrique. Se bajo del sube y baja, miró a Electra y le preguntó:
-¿Qué es lo vos tenes para mi?
Electra sacó de la nada una cajita plateada con un moño rojo y extendió la mano con el presente y dijo mientras secaba una gota que escapó de su lagrimal.
- Ten Bemvindo, es un regalo de olvido, de completo olvido, ábrelo, pero cuando levantes la mirada una extraña será quien este erguida en frente tuyo. Y con eso daremos punto final esta inopia racional.
Bemvindo abrió el presente y en su rostro se dibujo una sonrisa extraña, una sonrisa que dejaba de lado cualquier pesar, cualquier recuerdo borroneado. Levantó la mirada y ahí estaba Electra, inmóvil que secando sus lágrimas, abrazó a quien ahora era definitivamente Fabio Manrique. A duras penas desató el nudo de su garganta para poder hablar y abrazó a Fabio:
- Adiós Bemvindo, se que soy una extraña en este momento, pero se que hay algún escondrijo en el cual mi recuerdo vivirá siempre. Adiós.
Electra dio la espalda al olvidadizo y desapareció. Mientras Fabio, extrañado se preguntaba quien era esa mujer que lloraba y dijo para sus adentros:
- ¿Bemvindo? Quien será ese. Hay personas tan desequilibradas que hasta son capaces de ponerle llorar en frente de uno y llamarlo…. ¿Cómo era que me llamó?


Por Nicolás Martínez Ribó

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