sábado, 11 de agosto de 2007

Las caras del olvido


El olvido tiene varias caras. Meditando he llegado a la conclusión de que, a veces, en la vida, conviene no recordar. El olvido es más que nada una herramienta para existir evitando llevar cargas en las espaldas.

Entre las caras del olvido está aquella, que puede ser considerada como la más ingenua -aunque cabe aclarar que ninguna de ellas es del todo inocente-, que es frecuente en un día normal y se manifiesta en cualquier tipo de persona: olvido de nombres, números, rostros... Olvidos que a veces cargan con una pequeña cuota de culpa, como ocurre con las fechas de aniversarios.

Otra de las caras del olvido es aquella que puede resultar peligrosa como, por ejemplo, olvidar alguna mentira dicha con grave convicción. Esta cara no es usual en cualquier persona ya que, primero, no toda persona miente y, segundo, un mentiroso que sabe mentir sabe también recordar (un mentiroso es, más que nada, un estratega que sabe jugar y tiene calculadas todas las cartas que ha jugado).

"¿Quién puede olvidar que busca el olvido?"

Entre las caras del olvido hay un rasgo que puede resultar perverso: son aquellas personas que olvidan sin culpa, olvidan favores y rompen ilusiones con promesas inconclusas (“te llamaré mañana”, por ejemplo).

Y está aquel olvido casi inalcanzable, aquel que se parece a una utopía, el más deseado: olvidar a aquellos que ya nos han olvidado. Ya no importa si el olvido tiene o no culpa, esta es la cara del olvido que posee más autonomía; ya no depende de quién lo desea y, a diferencia de los otros, este es buscado tan conscientemente que termina siendo un tanto contradictorio: ¿quién puede olvidar que busca el olvido?

Esto me lleva, inevitablemente, a preguntar: ¿cuándo uno más herido está, menos olvida? ¿No sería mejor, más fácil, más simple, olvidar el dolor? No, el dolor no se olvida, el dolor se resigna y, por eso, cuanto menos experiencias tenemos, más felices somos.

El recuerdo y el olvido, a simple vista, parecen ser eternos contrincantes, pero no hay que caer en el engaño porque, cuando más uno cree que lo has logrado, el recuerdo más demuestra que la cuestión nunca has olvidado.

Por : Melisa Rosales

Para revista Dixi

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