lunes, 10 de septiembre de 2007

Un día soleado desde la Necrópolis


(Nunca hallarás los límites del alma, ella yace demasiado oculta)

Insospechado, casi inaguantablemente sobrio, el hechicero se levanta todas las albas para realizar el mismo recorrido. Abre los ojos, incita a la mañana a mantenerse un rato más, camina por sobre los techos de rocío de las sembradíos de ababoles, fulgura entre los lagos en busca de peces…y luego comienza a sonreír.

Sentado, en una de las primeras facetas que la tierra supo para sí dar, repite todas las veces que puede, el mismo canto de las gaviotas, desde una distinta entonación. Allí mismo dicen, es cuando le entona una sombra a su oído: “Mientras tus claves cercenan las figuras de los espacios, en el continuo merodeo de tus ojos remite el pacto, a otras hazañas. Ensillado y desfigurado, el opaco canto de los buenos tiempos, desdibuja en nuestro aleteo, la más grande de todas las proezas…el haber muerto, sin siquiera haber nacido. Ríe, y nunca dejes de atormentarnos con el escalofrío de ese lujo tuyo, porque en la conciencia de las palabras, resguardo entre gestos, el portal de viejos robles, que sostiene a mi templo…entonces, buen amigo, susurra tal cual yo te susurro a ti, acerca de nuestra más feroz amistad, al mundo que desconoce lo desconocido. Yo suspenderé por ahora de aquí mi presencia; no recuerdes nunca el olvidarme tan pronto desaparezca el sol de entre los labios del cielo, porque te estaré esperando: e insisto en todo esto, porque aun llevo conmigo este profundo desconcierto…en verdad yo tan solo soy la voz del aliento, de la boca que encarna palabras a tu oído…”

Debajo de las piedras del río, todas las veces en que no llueven los higos, el hechicero deja depositados pequeños retratos de serenos entre goletas de frío. Muertes de ensueño, redundan entre las acuarelas de una orilla de río tan infinita como vasta en heraclíteos… que por las tardes, después de merendar, lavan sus ojos de oscuras lágrimas de destinos, mientras murmuran en soliloquial eufemismo: “Nadie se baña dos veces al mismo río…”

Por Gastón Insaurralde




1 comentario:

Suspirito... dijo...

Puntada en el corazón el ultimo parrafo...

MUY BUENO GASTON!