martes, 4 de septiembre de 2007

Los once pinceles y el barrilete cósmico...


Sin intención de debatir sobre qué es arte y qué no lo es, por considerar que es una discucion sin sentido ni fin, un día despertó en mí la sospecha de que demasiado ha hablado la filosofía, la estética y los sabiohondos del arte "aurático" sobre las denominadas "bellas artes" y, en cambio, poco, muy poco sobre las artes cotidianas, esas pequeñas (o grandes) obras magníficas que vemos domingo a domingo o a veces también los miércoles y los jueves por la noche.

Me estoy refiriendo al fútbol: arte y deporte por demás popular (otra rázon para que los amantes de obras de alta alcumia, defenesten lo que para muchas personas, me incluyo, es una de las satisfacciones y de los placeres más grandes de la vida). Me refiero a la contemplación de este arte "desde fuera", y no a su ejecución, cosa en la que además soy prácticamente nulo.

Contemplación que podria llamarse "fruición" (haga sino el intento de encender el televisor más cercano a cualquier hora del día y comprobara de inmediato cómo como horas de discusiones acaloradas se debaten en torno a esta cuestión).

Creo haber visto también en este juego -al que ahora en más llamaré "Departe" (conjunción formada por por las palabras "deporte" y "arte")- una completid que no se poseen muchas de las artes consideradas tradicionales, y me refiero aquí a lo que alguna vez dijo Nietzsche: "Se ha perdido ¨La Obra total¨, al ser desplazado el espíritu Dionisíaco de ésta". Música para leer, dijo el alemán irónicamente.

No veo por el contrario, en el "Departe" ese problema, a saber: es clarísimo y muy fácil de reconocer en el fútbol estas dos facetas, los dos impulsos o dos espíritus griego; mientras que del alambrado para afuera, el espíritu Dionísiaco desborda de embriaguez, se funde en una masa cantante, latiente, se pierde por completo el "principio de individuación", del alambrado para adentro, el espíritu Apolineo se apodera del ambiente, haciendo valer reglas, normas, tácticas, recursos artísticos, delimitaciones, armonías y formaciones. Claro que también, como se sabe, estos dos impulsos no se superan uno a otro, son dos caras de la misma moneda, pudiendo verse entonces el influjo de uno sobre otro y viceversa. Sólo basta ver que si un equipo anda mal dentro de la cancha, la desazón, la angustia y, por qué no, también a veces el silencio, que se apodera de la fiesta Baquica de las tribunas, como al contrario, si la masa fiel y desbordante proviene ese latir, ese aliento que hace temblar estadios (se conoce casos míticos de esto), influye y logra que la cara Apolínea se vea encerrada por un huracan mágico, a nivel tal que, en un caso particular, se llegó a decir en un caso particular que este grito sagrado conformaba al doceavo jugador.

En cuanto a los intérpretes de este divino arte, es curioso que tanto la obra como el artista conforman casi la misma persona, la misma entidad, obra y artista se autoconstruyen, se autoalimentan a sí mismos, logrando una mixtura tal que yo ubicaria dentro de las vanguardias que pregonan "I art pour I art". Así los buenos ejecutantes, los jugadores, fabrican alegrías de la nada, con caños, gambetas, sudor y claro...goles.

Hay también, como en una manifestación ártistica, buenos y malos artistas. Los buenos son llevados al Olimpo: el actual, el televisivo, el monetario, europeo y publicitario; los malos, en cambio, son abucheados o corridos a otra Escuela en que sean considerados buenos, entonces se transforman, de "malos artistas", "incomprendidos artistas", lo cual no es poco.

Se conocen dos Escuelas clásicas contrapuestas, la obsesiva, la tacticista y ordenada, por un lado; y la liberal, motivadora y confianzuda por otro. A veces predomina una, en la que sobran pizarrones, charlas de madrugada, alfileres y bidones con agua adulterada; a veces predomina la otra, de cafés, entretenimientos no muy tempraneros, toque y toque, etc. Dos escuelas embarcadas en una discusión de nunca acabar, sobre todo cuando aparece un artista que demuestra que el exceso de una táctica o de las otras es perjudicial siempre.

Y, para concluir, no quiero terminar sin antes mencionar quizás al más exquisito ejecutante de este arte, y un artista que es además un guerrero, y como todo querrero, valiente y como todo buen artista, rebelde. Un artista capaz de lograr la "Obra Total" por sí solo, ya que no sólo se encontró en los dos espíritus arriba mencionados, el Dionísiaco y al Apolíneo, si no que desde ambos construyó y destruyó siempre desde sus propias convicciones. A veces le cortaron las piernas para que no siga jugando, a veces le quisieron sacar la lengua para que no siga hablando, pero no le pudieron sacar el pincel, un pincel áureo y cósmico, para que siga creando.


Por: Sebastian Zamora





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